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CRÓNICA | ​Un empate (1-1) que sabe a poco en Turín

Vitolo encara a un italiano
  • Carmelo Rubio
Vitolo adelantó (55’) a España, aprovechando un gran error de Buffon, y De Rossi empató (81’), de penalti discutido. Enormemente superior en el primer tiempo, la selección sufrió en el último tramo del partido ante una Italia recobrada
En el 36º partido entre las selecciones de España e Italia, desde el primero en Amberes (1920) hasta el de esta noche en Turin (2016), diez triunfos para los nuestros en esa vieja cuenta, 14 empates y 11 derrotas, 38 goles a favor y 40 en contra, o sea, mayor igualdad imposible, se ha ido escribiendo parte de la historia de nuestro fútbol. Y del de los “azzurri”. Tanta historia ha dado paso a sucesos “luctuosos” como el de la derrota enormemente injusta en el segundo partido frente a Italia (Mundial de 1934), la goleada (7-1) de dos años antes en Amsterdam, las duras más que maduras en el de EE UU (1994) y la caída en octavos en la pasada EURO (2016), pero, también, a glorias que nunca se olvidarán como el 4-0 de la final de la EURO (2012) y otras victorias menores, pero no por ello menos saludables ante los italianos, un feroz enemigo en todos los sentidos y en cualquier momento.


    Esta noche, en Turín, en el flamante estadio de la “Juve”, Italia y España han empezado a librar su particular lucha por la primera plaza del grupo pre Mundial que conducirá directamente al Mundial de Rusia 2018. No parece haber más batalla por ese honor que la tengan que dirimir unos y otros, mirando de reojo a Albania, próximo adversario de España, el domingo, pues no hay “milagro” a la vista que convierta a los otros acompañantes del grupo, Lieechtenstein, Israel y Macedonia en más que meros observadores de cuanto ocurra, que no es poco. Ante la disyuntiva de la gran importancia del choque, encarado como uno de altísima importancia, más allá incluso de la lucha por la clasificación, pues siempre tenemos cuentas pendientes, el de la selección en Turín se saldó con un buen empate. Un empate corto para sus valores, pero…

En la noche del 36º duelo entre grandes, en la que una parte del camino que lleva a Rusia había de ser desbrozado de espinas, Italia, cinco defensas en línea, Florenzi, Barzagli, Bonucci, Romagnoli, De Sciglio, llámese como se quiera, quizás miedo, jugó a la espera de lo que hiciera España, más diestra con el balón en los pies, que manejó, abusando de su superioridad en la materia, refugiada la “azzurra” en su madriguera, dueños Silva e Iniesta de la construcción y recuperación, del tener y saber distribuir, incluso del llegar. Una acción entre ambos a los 13 minutos, una acción bellísima, por cierto, que remató mal el mago de Fuentealbilla fue la llamada de atención de lo que era, sencilla y claramente, gran muestra de un equipo muy superior.

      Listo como el hambre, Iniesta ya se había ganado al millar de Erasmus que no habían dejado de aclamarle y a los miles de aficionados italianos que acudieron al campo. Un “tifoso” sabe de fútbol como el que más. Los “tifosi” se han pasado toda una vida disfrutando de los mejores futbolistas y de su conocimiento y gusto no se puede dudar. No podían sorprender, pues, sus murmullos de sincera admiración en los recortes de Andrés, en su suavidad y, a la vez, diligencia para salir con el balón jugado, en su manera de acariciarlo al pasarlo. En un país en el que se paga tanto por la belleza y en el que tanto abunda, Iniesta emergió como un cicerone, marcando sobre líneas imaginarias por dónde debía transcurrir el balón que había de perseguir el resto. Una delicia para todos.

 A los 24’, España, que había llegado con gran frecuencia y suficiencia, aunque falta de un remate certero, rozó la diana en una de esas jugadas que tiempo atrás jamás habrías sido posible: cabezazo de Ramos para otro de Piqué. De la cabeza de Gerard salió manso, no obstante, a las manos del cuarentón Buffon, pero esa era la muestra de que España podía aparecer con todo. Refugiada en su trinchera, Italia buscó sin suerte algún contragolpe rápido y animarse con alguna aspereza de Pellé, que se las tuvo un par de veces con Sergio Ramos. Nada que ver con el fortísimo, tenaz y ambicioso enemigo que nos echó de Francia. Tampoco era el mismo su adversario, es verdad. A los 40’ de juego, España tenía un 76% de posesión de balón e Italia, un 24%.  Los números no engañan. Dos tarjetas consecutivas a Vitolo y Costa hicieron resurgir los ánimos de los aficionados al filo del descanso. A falta de otras cosas que celebrar con eso les bastaba. Uno puede conformarse así cuando no hay más de lo que echar mano o en lo que confiar.

    Una desgracia de Italia, nada más injusto que fuera Buffon (55’) quien la cometiera, saliendo a golpear fuera del área con el pie un balón sin conseguirlo en un pase muy vertical, adelantó a España. Vitolo aprovechó el enorme agujero del gran Gianluigi para obtener la ventaja que se había merecido de largo en el primer período. Ni un solo aficionado italiano alzó una voz contra su formidable guardameta, perdida la “squadra azzurra” en eso a veces tan escaso, a veces tan valioso, que es la voluntariedad. No disfrutaba España, es cierto, del dominio apabullante del primer período, más fatigado Iniesta, más impreciso Silva, jugándoselo todo a una carta la “azul”. Pero aún desde esa incomodidad, Vitolo volvió a tener en sus botas otro remate ganador a los 67’. Se presentó solo ante Buffon, pero, esta vez, la salida de Gianluigi le llevó a mandar el balón junto al poste derecho.

España tuvo que echar mano de todo su vigor y conocimientos para apaciguar a la briosa Italia del último cuarto de partido y ahí emergió mucho de lo bueno de esta selección, formidables los laterales, muy seguros los centrales, enormemente presente Koke. No era tiempo para virguerías sino para futbolistas enteros, de cuerpo y alma, de los que no se achican, tiempo para  dejarse la piel y partirse la cara si era preciso, que lo fue. A pesar de ello igualó, de penalti, De Rossi a los 81’, tras señalar el árbitro que se sacara de puerta y cambiar de opinión tras consultar con uno de sus auxiliares. Los “tifosi” se dieron por satisfecho. Visto durante mucho tiempo lo que se había visto, las tablas hasta les parecieron bien.

No fue el punto lo que mereció España. Mereció más porque fue más equipo más tiempo, porque llegó más y mejor, porque jugó, sencillamente, muy por encima de su rival durante una hora larga. Pero el fútbol es así y tampoco puede decirse que Italia se rindiera a su superioridad. Valiente, fuerte y entera, aunque inferior, llegó hasta la igualada, que es mejor para España que para ella. Es lo que tienen los empates de los visitantes.