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Lun, 29/01/2024 - 10:30

Historia de la Selección (VII): la Guerra Civil

1936-1939: un periodo de tres años que pusieron fin a toda una época en nuestro país y que marcaron también la historia de la Selección Española de fútbol. La Guerra Civil fue una tragedia que abarcó muchas dimensiones: nacional, internacional, personal, familiar, política, socioeconómica, cultural y también deportiva. Marcó un antes y un después para el país; y para equipo nacional no fue una excepción

 

A la hora de hacer la historia de la selección, es evidente que el periodo que se abre con la creación del equipo (en 1920, con motivo de los Juegos Olímpicos de Amberes) finaliza abruptamente con el estallido de la Guerra. Comienza entonces un periodo oscuro marcado por el enfrentamiento que se vivió en suelo español y por la posterior Segunda Guerra Mundial (1939-45); época en la que o no se jugaron partidos oficiales (1936-39) o se disputaron muy pocos (1939-45).

La Guerra Civil provocó, además, la muerte violenta de jugadores de la selección como Monchín Triana; el exilio de otros como Ricardo Zamora, José Padrón, Luis Regueiro e  Isidro Lángara. Algunos internacionales participaron activamente en la contienda: Gorostiza se enroló en el Tercio Requeté Ortiz de Zárate, donde participó en el frente de Teruel; Eduardo González Valiño, Chacho, fue soldado de artillería; y Guillermo Eizaguirre estuvo al servicio de las tropas nacionales ,alcanzando el grado de capitán en la Legión.

La larga y sangrienta Guerra Civil tuvo, al menos, tres consecuencias directas sobre la selección española de fútbol que por entonces contaba tan solo con 16 años de existencia. 

 

 

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
1. Una selección desmembrada

 

 

En primer lugar, al igual que el país se partió en dos (las famosas y tópicas “dos Españas”), la selección de fútbol dejó de existir en un bando (el republicano) y no representaba a la totalidad del país en el otro (el nacional).

En la España de Francisco Franco se intentó impulsar una selección de fútbol que llegó a jugar dos partidos con una selección extranjera (no oficiales ni reconocidos por la FIFA). Ambos tuvieron un mismo rival, Portugal: en noviembre de 1937, en Vigo, y en enero de 1938, en Lisboa.

Dirigidos por el seleccionador Amadeo García Salazar, en aquel equipo estaban los dos grandes defensas de la época, Ciriaco y Quincoces, así como Ipiña, Epi, Campanal y Chacho. Los dos encuentros frente a Portugal acabaron con triunfos lusitanos por 2-1 y 1-0 respectivamente.

Contra Portugal el 28 de noviembre de 1937 se alinearon Eizaguirre; Ciriaco, Quincoces; Aranaz, Vega, Ipiña; Epi, Gallart, Vergara, Chacho y Vázquez. A Lisboa, el 30 de enero de 1938 viajaron 16 jugadores (Eizaguirre e Inchausti como porteros, Ciriaco, Quincoces y Zabala como defensas, Aranaz, Germán, Soladrero y Peral, medios, Epi, Saro, Campanal, Vergara, Agustín, Herrerita y Vázquez delanteros), además del entrenador Ramón Encinas, el masajista Birichinaga y el vicepresidente de la Federación Juan López García.

Retrato de Amadeo García Salazar

 

Además, a finales de 1937 la selección con Ramón Encinas a la cabeza llevó a cabo una gira por Andalucía donde jugó en Granada, Cádiz y Sevilla. Asimismo, la selección absoluta disputó en Ceuta en el año 1938 dos partidos más. El domingo 6 de febrero de 1938 en el Stadium Municipal de Ceuta y el día 13 del mismo mes en la Hípica de Tetuán frente a un equipo hispanomarroquí.

Tras un viaje lleno de contrariedades, la selección disputó el partido el 6 de febrero de 1938 y venció al de la Federación Hispanomarroquí por 3-1. El equipo del bando nacional saltó al terreno de juego con "jersey verde y pantalón azul" y los goles fueron anotados por Vergara (2) y Campanal, mientras que por los locales marcó Ferre.

El 13 de febrero se jugó la revancha en el Estadio de la Hípica de Tetuán y esta vez la selección nacional venció por 5-2 con goles de Campanal (2), Epi y Vergara (2) del lado nacional y de Tatono y Torrontegui por parte de los norteafricanos.

La selección de la España republicana: Euskadi

UNA SELECCIÓN DESMEMBRADA

De forma paralela, en la España republicana, se constituyó un combinado de jugadores vascos que formaron el equipo Euskadi, donde jugaban futbolistas de la talla de Luis Regueiro, quien ejercía de capitán y portavoz. Además, otros internacionales, columna vertebral de la selección española en los años 30, formaban parte de ese equipo: Blasco, el suplente de Ricardo Zamora, Cilaurren, Muguerza, Pedro Regueiro, Lángara, Iraragorri o Emilín.

Aquel equipo vivió una historia que se transformó en una apasionante aventura: jugaron partidos en dos continentes.

La primera escala fue Francia donde se midieron al Racing de París en el Parque se los Príncipes. Tras visitar Toulouse y Marsella, marcharon a Checoslovaquia, la URSS, Noruega y Dinamarca. La gira luego continuó por América (México y Cuba pero no a Argentina, cuyo viaje se frustró) hasta que aquel equipo acabó disputando la Liga mexicana en la temporada 1938-39 como Club Deportivo Euzkadi, quedando subcampeón liguero.

No fue el único caso en el que el fútbol mexicano acogió a futbolistas españoles.

La carrera del internacional Martín Ventolrà, como la de muchos otros jugadores del FC Barcelona, dio un giro con el estallido de la guerra. El equipo, con graves problemas económicos, hizo una gira por México y Estados Unidos con el objetivo de recaudar fondos. El conjunto catalán puso rumbo a América el 17 de mayo de 1937 y no regresó hasta el mes de octubre. Pero Ventolrà, en el puerto de Veracruz, ya en el barco, cambió de opinión. Así lo relató su hijo Martín al diario Sport:

“A punto de zarpar, apareció Baltasar Junco, uno de los propietarios del Club España, y Agustín 'Escopeta' González (un periodista radiofónico que narraba los partidos a una velocidad endiablada) y la conversación fue más o menos así:
-Martín, ¿te quedas en México? ¡Te ofrecemos un contrato! -gritó Junco.
-¡Si me bajáis las maletas, me quedo! -respondió mi padre”.

 

 

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
2. La politización del fútbol y de la Selección

 

 

 

Como segunda cuestión destacada e incidencia de la guerra civil en el equipo nacional, podemos señalar que una intensa y violenta politización lo permeó todo durante aquellos años (desde los tiempos de la II República a los de la Guerra).

El fútbol en general - y la selección española en particular - no escapó tampoco a ese proceso.

En una ilustrativa crónica, Julián García Candau recuerda que en el partido ante Portugal en 1937 “dos grandes retratos de Franco y Oliveira Salazar presidieron el partido".

"En la tribuna fueron colocadas banderas de la Falange. En el palco de honor, el comandante militar de Vigo, Felipe Sánchez, el ex ministro portugués de la Guerra y el embajador portugués en Berlín. Antes del comienzo, para dar mayor solemnidad patriótica suenan los himnos que son oídos con el brazo extendido, el saludo fascista y los legionarios portugueses que asisten al partido gritan tres veces:

¡Salazar! ¡Salazar!, ¡Salazar!
¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!
¡Portugal! ¡Portugal! ¡Portugal!
¡España! ¡España! ¡España!
¡Viva Portugal! ¡Viva España!”

Si la guerra es una forma de hacer política por otros medios (Clausewitz), el fútbol, en ocasiones, ha sido también a lo largo de la historia otra manera de hacer política. La “selección española” del bando nacional y el equipo Euskadi acabaron siendo instrumentos de propaganda y de identidad ideológica o nacionalista al servicio de los diferentes regímenes, así como fuente de financiación. A través de la proyección que daba el fútbol y estas selecciones y combinados, se buscaba obtener reconocimiento internacional así como visibilidad más allá de las fronteras. Se trataba, igualmente, de promocionar la causa “republicana” y la “nacional” captando simpatías y respaldo económico.

 

Dos selecciones españolas, dos indumentarias distintas

LA POLITIZACIÓN DEL FÚTBOL

 

"La selección del bando nacional vestía de azul –el color de la Falange- y no de rojo, el color del enemigo; mientras que el equipo Euskadi (lo más similar a una selección en la España republicana portaba los colores de la ikurriña (rojo, blanco y verde)"

El particular caso del Euskadi

En esa línea, el combinado de Euskadi fue impulsado muy directamente por el lehendakari José Antonio Aguirre, quien había sido jugador de fútbol en los años 20 militando en el Athletic Club.

Por su parte, los jugadores de dicho Euskadi, muchos de ellos ex internacionales con la selección, se convirtieron en defensores de la causa, en este caso la republicana, y de una identidad, la vasca.

 

En cuanto a la defensa de los ideales republicanos y de la II República como régimen, Luis Regueiro (25 veces internacional y el capitán del Euskadi) se convirtió en un defensor de la obra del gobierno autonómico y estando en París hizo las veces de portavoz:

“En el País Vasco, como ustedes saben, las iglesias están abiertas al culto y los fieles las frecuentan mientras que dure la paz. Nosotros mismos somos profundamente católicos. Nuestra misión es puramente humanitaria y pacífica (...); la gente vasca desea sobre todo humanizar la guerra, evitar todo mal inútil, evitar sobre todo que los dolores de la guerra alcancen a las mujeres y a los niños y causen la ruina de la población civil”.

En el otro bando, la “selección española” contó con el respaldo del régimen de Franco como una manera fortalecer vínculos con los aliados, ganar presencia internacional y romper el aislamiento. Prueba de la intensa politización que se vivía es que la selección del bando nacional vestía de azul –el color de la Falange- y no de rojo, el color del enemigo, mientras que el equipo Euskadi portaba los colores de la ikurriña.

 

El particular caso del Euskadi

En esa línea, el combinado de Euskadi fue impulsado muy directamente por el lehendakari José Antonio Aguirre, quien había sido jugador de fútbol en los años 20 militando en el Athletic Club.

Por su parte, los jugadores de dicho Euskadi, muchos de ellos ex internacionales con la selección, se convirtieron en defensores de la causa, en este caso la republicana, y de una identidad, la vasca.

 

En cuanto a la defensa de los ideales republicanos y de la II República como régimen, Luis Regueiro (25 veces internacional y el capitán del Euskadi) se convirtió en un defensor de la obra del gobierno autonómico y estando en París hizo las veces de portavoz:

“En el País Vasco, como ustedes saben, las iglesias están abiertas al culto y los fieles las frecuentan mientras que dure la paz. Nosotros mismos somos profundamente católicos. Nuestra misión es puramente humanitaria y pacífica (...); la gente vasca desea sobre todo humanizar la guerra, evitar todo mal inútil, evitar sobre todo que los dolores de la guerra alcancen a las mujeres y a los niños y causen la ruina de la población civil”.

En el otro bando, la “selección española” contó con el respaldo del régimen de Franco como una manera fortalecer vínculos con los aliados, ganar presencia internacional y romper el aislamiento. Prueba de la intensa politización que se vivía es que la selección del bando nacional vestía de azul –el color de la Falange- y no de rojo, el color del enemigo, mientras que el equipo Euskadi portaba los colores de la ikurriña.

 

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
3. El final de una generación de futbolistas

 

 

 

La Guerra Civil puso fin a una gran generación de futbolistas que desde 1929 no había dejado de asombrar. Por ejemplo, ganando 4-3 a Inglaterra en 1929 (la primera vez que los inventores del fútbol eran derrotados fuera de las islas).

Además, España había completado un gran Mundial de 1934 (su primera participación en un Campeonato del Mundo), había derrotado a Alemania en Colonia en 1935 o goleado 13-0 a Bulgaria en 1933.

Esta progresión se interrumpió en 1936 y no volvería a reanudarse hasta 1941, aunque la continuidad, en realidad, no llegaría hasta 1945, una vez finalizadas las Guerra Civil española en 1939 y la II Guerra Mundial, seis años después.

En ese lapso se retiró, entre otros, Guillermo Eizaguirre, el hombre destinado a sustituir a Zamora; o se exiliaron Luis Regueiro y Lángara, quien regresó para jugar sus últimos años en el Real Oviedo

De la mano de otra gran generación que lideraría Telmo Zarraonaindia, Zarra, la selección regresaría a la élite del fútbol mundial, aunque habría que esperar hasta el Campeonato del Mundo de 1950 en Brasil.