El arranque del partido no puede ser mejor. Dominio español del juego, orden defensivo y acierto de cara a gol. Son tres los tantos que suben al marcador visitante. El primero, gracias a un acertado Adrián Rodríguez, que con un contundente zapatazo abre la lata. El segundo es obra de Antonio Pérez y su instinto goleador. Christian Povea firma el tercero, tras un excelente robo de balón y posterior definición.  

Cuando el cuarto ronda, Francia estrena su casillero. Un disparo raso, lejano y bien dirigido les permite a los locales recortar distancias. A partir de este momento, los jugadores franceses se sueltan y se atreven. Son rapidísimos y habilidosos en el uno contra uno, sin embargo les cuesta un mundo elaborar acciones colectivas de ataque. Fruto de una anticipación defensiva, Francia se acerca más al empate. 
 
El combinado galo se lanza a presionar la salida del balón. Es un equipo físico y con un plantel explosivo. Tratan de avanzar rápido con la pelota. Aunque, cuando David Peña tiene la posesión y encara, son ellos los que corren tras el español. España avisa en varias ocasiones, hasta que -de nuevo- Adrián Rodríguez pone tierra de por medio. Ricardo Mayor lo hace todo: presiona, roba, fija y cede a su compañero con la portería vacía.  

Tras el cambio de banquillos, España mantiene el orden, desbarata las acometidas francesas, maneja los tiempos y no pierde de vista el marco rival. Cristian Molina hace buena una excelente triangulación coral. Empuja a la red el quinto a un metro de la línea de gol. El encuentro se vuelve más trabado y se suceden las faltas por ambos bandos. 
  
En los últimos minutos del partido, Mamadou Touré vuelve a obtener recompensa. Esta vez en el segundo palo y después de una elaborada combinación local. Seguidamente, Antonio Navarro le detiene un disparo desde los diez metros al jugador francés. No hay tiempo para más. Este sábado, España jugará la final del torneo contra Portugal, que dejó en el camino a Ucrania tras endosarles un 6-0 en el otro partido de la jornada.