El 31 de octubre de 2002 se dio en el Campeonato malgache de fútbol la mayor goleada conocida en la historia de este deporte después de que el AD Adema de Madagascar le ganase por 149 a 0 al SO l´Emyrne. Aquella misma tarde, también en África, nacía Ansuumane Fati Vieira.

Este martes, 16 años y 350 días después de venir al mundo, Ansu Fati se ha estrenado con la camiseta de la Selección española Sub-21 y cabe preguntarse si todo no formará parte de una gran concatenación casual pero imparable de hechos que, unidos por el denominador común del talento y el amor al fútbol ofensivo, han dado con la joven estrella del FC Barcelona aportando su calidad a este equipo modélico.

Modélica ha vuelto a ser la tercera victoria consecutiva en la fase de clasificación para la vigente campeona de Europa, dominadora desde el pitido inicial de Podgorica con una enorme doble ocasión a los dos minutos que dejaba a las claras que España quería seguir ampliando su leyenda en la categoría.

Una España muy superior ha generado hasta 17 ocasiones de gol frente a Montenegro

Dani Olmo, decisivo en el duelo de hace unas semanas en Castellón, ha vuelto a ser un quebradero de cabeza para una defensa balcánica parapetada en su propio terreno de juego, pese a actuar como local. 

Volvía a rondar el gol Fran Beltrán y finalmente era el laboratorio de Luis de la Fuente quien propiciaba la apertura de la lata montenegrina con un cabezazo fulgurante del tafallés Aitor Buñuel a centro medido de Pol Lozano cuando restaban diez minutos para el paso por vestuarios.

Movía el seleccionador su banquillo tras la reanudación sin negociar jamás balón y dominio para España, cuyas combinaciones iban a encontrar de nuevo portería gracias al tiralíneas generado por Gonzalo Villar que Marc Cucurella culminaba para la Selección.

Restaba media hora de juego para que Ansu Fati se convirtiese en el segundo jugador más joven de la historia en estrenarse en una Sub-21 que ya saborea su clase como si fuese el aperitivo exquisito previo a un banquete futbolístico: apenas diez minutos en Podgorica para un jugador que, como a sus compañeros, les aguarda la eternidad.