El destino y el azar que lleva implícito el sorteo, unían, quizás antes de tiempo, a las dos grandes favoritas del torneo. Rusia y España saltaban a la pista del Sportpaleis de Amberes dispuestas a reeditar la final de la pasada edición del Europeo. Campeona y subcampeona, frente a frente. 

El choque arrancó como empiezan las grandes finales, con una mezcla de nerviosismo y ansiedad en las gradas. Los de José Venancio López hicieron alarde de su mejor versión durante los primeros compases del juego, dominando la cancha a su antojo y presionando sin descanso al rival. Rusia estaba encerrada en su área por una España asfixiante con hambre de gol.

La Selección abría la lata a través de Pola. Corría el minuto 16 y Raúl Campos, majestuoso de tacón, le regalaba el 0-1 al 7 del equipo español. Tras la primera diana llegaba la actuación estelar de Rafa, que con dos paradas evitaba las tablas. Con la ventaja en el marcador se llegaba al descanso de una primera parte para enmarcar.

El segundo acto comenzó con sobresaltos. Los rusos empataban el encuentro con un golazo de Sergeev y apenas unos minutos más tarde aumentaban la renta gracias a Lyskov. España reaccionaba con un tanto de Rafa Usín pero 20 segundos después un error defensivo permitía a Fukin hacer el 3-2 para la selección del este.

Rusia, muy superior en la segunda mitad, era la dueña y señora del esférico. Venancio López tiró de estrategia y recurrió al portero-jugador. Miguelín, colosal, no decepcionó y regaló el ansiado 3-3 a la afición.

Con este resultado terminaba el tiempo reglamentario y se llegaba a la prórroga. Un gol de Rusia sentenciaba el pase del equipo de Sergei Skorovhich a la final (4-3).