La Selección Española Sub-21 llegaba hambrienta al Steaua Stadium. No le bastaba con certificar su pase para los Juegos Olímpicos y así lo demostró en unas semifinales en las que su rival parecía tenerles tomada la medida tras el empate a dos en la fase de grupos. Ucrania no se hacía con el balón, pero una sola acción fue suficiente para dar el susto. Mudryk recibía en el costado derecho y apuraba la banda para intentar sacar un pase atrás. La dirección no era buena, pero el balón rebotaba en Paredes y quedaba muerto para que Bondarenko inaugurase el marcador. Un accidente que pronto se convertiría en anécdota.

Los de Santi Denia seguían adelante con su plan y no tardaban en darle la vuelta al marcador. Primero era Abel Ruiz, al que le invadía la calma a pesar de que los zagueros se lanzaban a por él para arrebatarle el balón cerca del área chica. El delantero conducía, aguantaba las entradas y esperaba su momento para definir por debajo de las piernas de Talovierov. Parecía que estaba en el salón de su casa, pero en realidad se estaba postulando como máximo goleador del torneo (él y Sudakov son los únicos con tres goles).

Minutos más tardes era el turno de Sancet, que de la misma manera que nos ha acostumbrado a lo largo de la temporada, aparecía al borde del área para exhibir pegada. Trubin no alcanzaba el derechazo y el combinado español recuperaba el mando en el electrónico. A partir de ahí, Ucrania se encomendaba a Mudryk, pero el jugador del Chelsea es solo uno y España es un equipo organizado en el que todos suman. Y en caso de que se les escapase alguna jugada, Arnau Tenas se encargaba de desbaratar cualquier ocasión. La que le sacaba a Sikan quedará para el recuerdo.

Poco después de volver del descanso se celebraba el tercero. Abel Ruiz probaba a centrar de rabona, Bondarenko no acertaba a despejar y Antonio Blanco se anticipaba para recuperar y cruzar el balón con potencia. El jugador de Montalbán anotaba así su primer tanto con La Rojita. A Ucrania le entraban las prisas pero no lograba adueñarse del balón y cuando intentaba volcarse arriba se firmaba el gol del partido. Aimar Oroz, que acababa de saltar al césped, recibía en el pico del área y se la acomodaba para pegarla con rosquita al palo largo. Todos los rivales giraban el cuello siguiendo la trayectoria de una pelota a la que no llegaría Turbin, al que no le quedaba más remedio que aplaudir la jugada.

Todavía quedaría tiempo para que Miranda estrellase un balón contra la madera y para que Sergio Gómez subiera otro maravilloso tanto al marcador. El jugador del Manchester City recibía en la frontal un pase en la frontal paralelo a la línea de gol y apuntaba a la escuadra al mismo tiempo que le daba algo de efecto a la pelota. Los deberes estaban hechos. España se jugará la final del Europeo ante Inglaterra (18:00 horas en La1) con la esperanza de volver a coronarse por sexta vez como el mejor equipo del viejo continente.